¿Qué estamos viviendo?

En los últimos meses hemos ido viendo como una gran parte de la población, harta de la situación actual, ha sido consciente del papel que puede jugar la movilización y la lucha para conseguir unos determinados objetivos políticos y económicos, en este caso, quitarnos la soga que el Estado Español tiene sobre sus habitantes. Esta conciencia y movilización se ha traducido en los últimos años en huelgas, manifestaciones masivas, luchas en sectores como la educación, la sanidad, la vivienda y multitud de conflictos en el ámbito laboral; sin olvidar todos aquellos conflictos que surgen desde la planificación urbanística impuesta por las necesidades de las grandes empresas, ya sea en el ámbito más cercano como es el caso de la feria del móvil y la reurbanización de la Feria de Hospitalet con una afectación directa a los barrios, como en proyectos más grandes como es el caso de Barcelona World.
Llegado a un punto en el que estamos sufriendo las consecuencias más despóticas del capitalismo y su miseria, viendo los niveles de corrupción política y financiera a nivel estatal, ha aparecido en primera plana de la actualidad política la opresión cultural y social que se vive en Cataluña, para formar parte de un Estado donde conviven diferentes pueblos bajo el mandato de un centralismo rancio y fascista.
Este sentimiento de no ser libres, ha ido derivando durante estos años de crisis, en una voluntad clara por parte de una mayoría social de lograr la independencia respecto al Estado Español. Este sentimiento, queramos o no, ha sido desviado por las diferentes fuerzas políticas, ya sean partidos como Convergencia o Esquerra o por organizaciones también políticas como la ANC o Omnium, orientadas a conseguir la creación de un nuevo Estado, siempre con el telón de fondo de consultar a la totalidad de la población cuál es su voluntad política y hasta dónde está dispuesta a llegar.
Sabiendo que el centralismo rancio del que hablamos, que no distingue entre partidos- ha negado la posibilidad de pedir a la población que es lo que quiere, también es cierto que los partidos catalanes han ido poco a poco marcando cuáles son las pautas para conseguir la independencia. Llegando a dar por supuesto que independencia significa la creación de un Estado catalán, poniendo el aspecto económico por encima de todo, haciéndonos creer que aquí no se roba, aquí no se explota a los trabajadores, aquí no existen opresiones respecto las diferentes variaciones culturales.

¿Qué quieren y qué queremos?

Queremos decir que aunque sea una aberración para su propia moral que dentro de su democracia se impida votar a la población en un tema en el que es bastante evidente que existe la necesidad de expresarse. Para nosotros no nos es suficiente con pensar que los políticos están dispuestos a darnos la palabra de una forma consultiva, de cara a responder unas preguntas marcadas por ellos previamente y dirigidas claramente a un tipo de respuesta. No nos basta en pensar que la independencia significa darnos la mano con personas que llevan años firmando nuestros despidos, negando los servicios más básicos a la población y beneficiándose de nuestro sudor y lágrimas. Hablamos de políticos y empresarios, que bien pueden estar a favor de la independencia, pero que nunca los veremos a nuestro lado, el lado de los de abajo.
Es decir, nuestra voluntad es que seamos nosotros, el pueblo, sea cual sea su identidad cultural, quien decida que queremos hacer con nuestras vidas, sin que nadie nos consulte. Los cambios sociales vienen desde abajo, desde la educación y la cultura, desde nuestra actividad cotidiana, porque a lo que aspira la mayoría social en Catalunya no es a verse otra vez engañada por políticos y empresarios, sino que aspira ser libre. Es evidente que un referéndum no es suficiente para nosotros, que unas elecciones no son suficientes, hay que estar muy ciego para no ser conscientes del circo y el numerito que han montado con Madrid, los chanchullos que tienen como único objetivo perpetuar- al gobierno, no perder votos, seguir chupando del bote. O es que las decisiones de estas semanas han tenido que ver con lo que realmente la gente quiere? No, no nos dejaremos engañar otra vez, otra entre tantas.

¿Pero necesitamos un estado para ser independientes?

No necesitamos un estado para ser independientes. Nosotros no negamos los sentimientos de arraigo de las personas, tanto hacia su tierra como hacia aquellos que conviven en ella. Sin embargo, pensamos que este sentimiento natural de arraigo no debe institucionalizarse de ninguna manera, ya que derivaría sin lugar a dudas en la aparición de estructuras de dominación como es el estado, sobre la base de la identidad cultural, lingüística, territorial, religiosa o cualquier otra.
Imaginar que Catalunya necesita un estado a partir del hecho histórico de la posesión en el pasado de instituciones de gobierno y de administración propios es un error. La nación y el estado son fenómenos independientes. Todo Estado ha servido siempre como instrumento de sometimiento de las clases dominantes sobre el pueblo. Por lo tanto, ningún estado ha surgido como libre expresión de ésta, sino más bien como exponente de su dominación. Es equivocado hablar de instituciones «propias», en tanto que sólo son propiedad de las clases dominantes, ya sea el rey Jaume I o Artur Mas.
Nosotros proponemos que este sentimiento natural se gestione con los mismos principios que aplicamos para todo: la ausencia total de imposiciones. Desde el anarquismo siempre se ha propuesto como forma organizativa de los pueblos la libre asociación o libre federación.

¿Cómo nos organizaríamos sin Estado?

La libre federación parte del hecho de que la base de la sociedad es el propio individuo, y que éste tiende a agruparse con otros individuos para formar comunidades. Estas comunidades de convivencia, que podrían ser clanes, tribus, pueblos, municipios, barrios o comunes tienen el derecho y la posibilidad de agruparse entre ellas de la forma en que les parezca bien. Normalmente estos núcleos se agrupan de una forma espontánea, dando lugar a colectivos mayores que comparten elementos comunes: lengua, costumbres e incluso normas de convivencia.
Este hecho de construcción social más o menos espontáneo no es negativo, sino natural. El principio de libre asociación rige siempre que estas comunidades que se asocian lo hagan de una forma voluntaria, y que se respete y tenga en cuenta en cada una de ellas a los individuos que la conforman.
Para ello, las herramientas de gestión que propone el anarquismo son la asamblea, en el caso de cada comunidad, y las federaciones en el caso del contacto entre diferentes comunidades. En este caso, la federación no es más que la agrupación de varias asambleas, que tienen la capacidad de unirse y separarse en el momento que lo deseen, y que todos los acuerdos a los que llegan son promovidos desde sus propios integrantes, y por tanto, serán asumidos responsablemente.
Al ser la libre federación la base de la sociedad, no hay lugar para los gobiernos. No hay lugar para la creación de fronteras, ni barreras culturales o lingüísticas. Cada grupo de comunidades elegirá ajuntarse o separarse sobre la base de todas y cada una de las variables que la vida en sociedad exija. Por lo tanto, al tiempo que se tiende a un mayor entendimiento global entre los seres humanos, se mantendrán peculiaridades e idiosincrasias locales, de tal manera que la sociedad resultante será más rica y heterogénea.
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Pero, ¿y esto ha ocurrido alguna vez?

Esta forma de sociedad que hoy en día nos puede parecer utópica e irrealizable era más o menos común hasta la aparición de los estados modernos. Este hecho tiene mucho que ver también con la aparición del capitalismo y la economía industrial. Anteriormente, sobre todo en el mundo rural, eran habituales formas de convivencia basadas en la asamblea (concejo, Batzarre …) y en la propiedad comunal de los medios de producción. Incluso, algunas características de estas sociedades han pervivido hasta hace pocos años en algunas zonas rurales aisladas. Por supuesto, no eran sociedades perfectas, pero nos sirven para entender que lo que ahora nos parece el orden social normal, es decir, los estados, los gobiernos, las naciones, etc., no son más que un instante de la historia de los seres humanos como especie.

¿Y en un sociedad como la nuestra?

Lo mejor de una sociedad basada en la libre asociación es que se puede aplicar a cualquier marco, incluso en una sociedad que proviene del capitalismo industrial, y la propia dinámica federalista tenderá a convertir esta sociedad en otra más equilibrada, descentralizada y sostenible. En este sentido, el anarquismo moderno ha defendido sistemas de organización social y económica aplicables a la situación actual, y los ha puesto en práctica.
El sistema más conocido dentro del anarquismo moderno es el comunismo libertario. Precisamente la CNT, la organización más grande del proletariado catalán a principios del siglo XX, apostó por este modelo y la década de los años 30 hizo ensayos para implantarlo en algunos municipios catalanes y de todo el estado español.
En julio del 36 el levantamiento militar fascista se convirtió en el detonante que impulsó la revolución social e implantación del comunismo libertario. El anarquismo no sólo se implementó en regiones rurales como en Aragón sino que también se aplicó en Barcelona y en todas las ciudades industriales de Cataluña. Dadas las condiciones industriales de la economía catalana, se pusieron en manos de los trabajadores industrias enteras e infinidad de empresas se colectivizaron. La sociedad se organizaba mediante asambleas y comités en las calles, barrios y centros de trabajo. El pueblo se reunía y decidía que era lo mejor para el propio pueblo. A pesar de las críticas recibidas, tanto la producción industrial como agrícola aumentó durante los tiempos de la revolución.
Para nosotros, el marco que se generó a partir del 19 de julio de 1936 es un ejemplo más del verdadero marco para la independencia de Cataluña. La abolición de las estructuras del Estado, el reconocimiento de la cultura vinculada no sólo en el territorio sino también a la clase social. La conformación de una sociedad a partir de una revolución, aplicando el principio de la libre asociación y dejando su futuro en manos de las personas que la forman con el apoyo mutuo y la solidaridad como principios.
En la actualidad las lógicas que gobiernan la sociedad son prácticamente idénticas a las de antes. Han cambiado en las formas, se han perfeccionado los instrumentos de control, pero la lógica del capitalismo es la misma. Es por ello que conceptos como el comunismo libertario tienen plena vigencia.

Conclusión

La democracia está al servicio de los que tienen el dinero, un nuevo Estado catalán estará al servicio de los que tienen el dinero aquí. Nuestra opción, es la independencia y la autonomía, el comunismo libertario y la libre federación, la libertad al fin y al cabo. Esta libertad, no sólo pasa por el aspecto cultural, también pasa por librarnos de la desigualdad económica y de género, para imaginar una economía donde no exista el beneficio sino la satisfacción de las necesidades de la gente. Esta libertad no es compatible con ningún estado, con ningún parlamento ni con ningún referéndum para instaurar cualquiera de los anteriores. Para llegar a esto debemos ser conscientes de que aunque queramos votar y expresar lo que sentimos, la libertad nunca se ha pedido, la libertad se toma. Esta libertad, mucho más profunda, es la que llevamos dentro desde hace siglos. La independencia de Cataluña, o la de Aragón o la de Galicia pasa irremediablemente por la revolución social y la auto-organización del pueblo. Para llegar a esto no hay atajos, el camino es largo y sólo hay uno: la lucha constante y diaria en nuestros pueblos, barrios, centros de trabajo, institutos o universidades. El resto son espejismos en el desierto.

Acció Llibertària de Sants

Federació Anarquista de Catalunya