Celebramos un 8 de marzo marcado por un año de pandemia que se ha ensañado especialmente con las mujeres, precarizando aún más sus condiciones de vida. Las mujeres de las clases populares han estado en primera línea frente a la cara más dura de la pandemia, afrontando mayoritariamente el cuidado de las personas vulnerables, ancianos, niñ@s, tanto en las casas como en las residencias geriátricas y en los hospitales.

Ellas también formaron parte del ejército de trabajadores cuyos puestos demostraron ser auténticamente esenciales durante el confinamiento frente a los empleos de cuello blanco, que en muchas ocasiones duplican y triplican sus salarios.

Pese a este esfuerzo colectivo, las mujeres se han visto señaladas por los medios de comunicación burgueses y por la derecha como las responsables de difundir el virus en las manifestaciones del 8M del año pasado, con la doble vara de medir que esta sociedad patriarcal tiene siempre hacia las luchas de la mitad de la población. Nadie acusó a los millares de hombres que ese mismo día 8 de marzo de 2020 fueron al fútbol o abarrotaron los bares.

A lo largo de estos doce meses aumentaron los casos de violencia machista acrecentados por la tensión del encierro y las mujeres en prostitución volvieron a sufrir el abandono social y la cara más amarga del patriarcado y el capitalismo.

Desde que en enero el Estado español volvió a poner el contador a cero, el terrorismo machista ha asesinado a 10 mujeres. Ese es el sangriento balance en el momento que escribimos estas líneas: Alicia, tiro en el pecho. Laura, Ana, Flora y Margarita, apuñaladas. Conchi, con un hacha. Cristina, un tiro en la nuca. Benita, tirada en un contenedor. Aintzane, a golpes. Florina, tirada en un río. Dos más han sido desfiguradas con ácido.

Mientras la situación de las mujeres empeora en España (más violencia machista, más violencia sexual, más paro, menores salarios…) el movimiento feminista institucional se debate en las luchas de poder de los partidos políticos que han puesto su foco en las mujeres trans.

Las anarquistas defendemos un feminismo de clase no excluyente y que pone el acento en la destrucción de todas las relaciones de poder, también las que históricamente han ejercido los hombres sobre las mujeres. Ninguna sociedad es libre si cualquiera de sus integrantes no es libre.

El 8-M no es una fiesta. Es una jornada de reivindicación que forma parte del movimiento obrero. Nace en respuesta a las atroces condiciones que soportaban las mujeres trabajadoras y que llevaron al incendio de una fábrica textil de Nueva York en 1875, en la que murieron 120 obreras.

Casi 150 años después, las condiciones vitales que afrontan las mujeres siguen siendo muy duras e injustas. En los supermercados, en las fábricas, en los hoteles, en los bares y en las casas, las mujeres trabajadoras tienen que organizarse para luchar por sus derechos y acabar de una vez por todas y para siempre con el patriarcado.

 

¡ARRIBA LA LUCHA DE LAS MUJERES!

¡ABAJO EL PATRIARCADO!